En esta ocasión no me costó trabajo mantener la distancia emocional entre obra y autor. A pesar lo familiar que me resulta la filmografía de Alejandro González Iñárritu, la cadencia de las imágenes me invitó a contemplar la historia. Con tan sólo una vez de haber visto The Revenant (2015). me quedó claro la mutación del director ya que en más de una ocasión, los temas de muerte, renacimiento y por consecuencia reinvención, hacían eco de sus películas anteriores y marcaban un nuevo camino. Como todo apunte de crítica cinematográfica, la lectura y sus impresiones tiene múltiples aristas y ángulos para enfocar el análisis, y el reto es encontrar un balance entre la narración dramática, el estilo visual y el impacto emocional de la historia.
Desde los primeros planos está dispuesta la estructura emocional. Contemplar lo sencillo y virgen del entorno natural de la frontera oeste norteamericana para desembocar en un despliegue de crudeza animal de lucha, sobrevivencia y redención hacia los valores básicos de la existencia. Iñárritu demanda completa atención e inmersión a los detalles de su puesta en escena. El viaje interior de Hugh Glass inicia con sangre y eventualmente terminará en sangre. Narrativamente hablando, los personajes que acompañan a Glass como Hawk, John Fitzgerald, Bridger, Andrew Henry, Elk Dog y Powaqa también viven su propio recorrido emocional y en función de sus circunstancias perfilan el ritmo de la historia.
También desde las primeras tomas estamos en territorio de Emmanuel Lubezki, uno de los cinematógrafos más sólidos y versátiles de la industria. Lubezki aborda cada proyecto cinematográfico transformando la cámara en el vehículo emocional y en este caso incluso espiritual de la historia. El recorrido de Hugh Glass es una coreografía de imágenes y una danza de luz, tal como estaba previsto que la historia fuera creada con luz natural para resaltar tanto los detalles de la composición como los colores más prístinos. Al igual que González Iñárritu, Lubezki refleja sus influencias y el bagaje propio producto de sus colaboraciones con Alfonso Cuarón, Terrence Malick, Tim Burton, Los hermanos Cohen y el propio Iñárritu entre otros, para retratar los sutiles y brutales detalles de la geografía natural de la historia. La composición musical estuvo a cargo de Carsten Nicolai y Ryuichi Sakamoto, quienes construyen un collage sutil de instantes sonoros que acompañan a los personajes y al igual que en Amores Perros (2000), Biutiful (2006) o Babel (2010), las atmósferas musicales traducen las emociones que se escapan de la historia.
Iñárritu está en proceso de reinvención, y no es coincidencia que esta nueva película escalara altísimos costos de producción absorbidos por 20th Century Fox, también ha puesto al límite las exigencias de los esquemas de operación de Hollywood, maniobrando una mega producción con su visión autoral de temas y obsesiones que lo apasionan. Independientemente de la información previa que rodeó la producción de The Revenant, hay que destacar que la historia explora sentimientos profundos y arraigados en la experiencia humana en una época concreta de la historia donde las fronteras materiales y espirituales marcaban sus territorios de una manera abrupta y que sirve de reflexión para los retos de la actualidad. Aún con una trama no compleja, la experiencia visual y sensorial son recompensadas con esta historia de contemplación y renacimiento.